Calavera de la coma

La coma llora angustiada
sentada en su taburete,
pues de tanto estar ausente
la confunden con finada.

Llora muy amargamente,
“¡Si supieran que hago falta!
Sin mí un texto no se entiende,
no importa cuánto se le haga.

“Sin mí no hay como llamen
a quien le digan ‘amigo’,
pues a menos que señalen
habrán de usar vocativo.

“Y ni hablar del hacer listas
o de cuentas numerosas,
que na’ más por mí son vistas
ordenadas cuidadosas

“y no mole tumultuosa
que no tiene clara vista,
porque aún siendo optimista,
no se entiende alguna cosa”


¿Y a qué se debía el drama
tan patético del signo?
A que temprano le vino
la visita inesperada

de la señora de muertos,
la muy temida calaca,
quien se le plantó a la cara
y le dijo, con un dejo

de contento en sus palabras:
“Lo siento, coma mi amiga,
pero apareciste en lista
en esta, tu hora más mala,

“y pues de otra no me queda
más que llevarte encantada
a pasearte entre las almas
que guardo yo, bodeguera


“de tantas mentes brillantes
que rica y magna obra hicieran,
que para mí es tan grande
que jamás llevaré a tierra;

“mas habiéndote prendido
solitaria y olvidada,
veré entre los fenecidos
que también lo escrito valga.

“No como entre tanto vivo
que te deja allá botada,
sin saber que hacer contigo
y escribiendo con las patas.”


“No me lleves, calavera,
a vagar por tus mansiones,
mejor échame la mano
para arreglar los renglones
de la escritura tan fea

“que tanto publica en vano
el conjunto de editores
que más cuida su cartera
que el ojo de los lectores,
por no pagar a un fulano


“quien decidió por oficio
practicar el artificio
de ordenar los enunciados
y articular expresiones
de manera que, ordenados, 
muestren claras opiniones,
teniendo comunicados
a escritores y lectores.”

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